El lugar donde confluyen los tres glaciares que conforman el gran Aletsch recibe el nombre de Plaza de la Concordia. Dicen que la profundidad del hielo en este punto alcanza los 900 metros!!!!. Y eso que en los últimos 100 años parece que el glaciar ha sufrido un fuerte retroceso (si Juan, tenías razón). En la siguiente fotografía quiero que te fijes en dos detalles: el primero, las dos personas en primer plano, para que te hagas una idea del tamaño. En segundo lugar, en la cumbre del centro tal vez llegues a distinguir la Jungfrauhoch, la estación de ferrocarril más alta de Europa. Se trata de un refugio situado a 3454 metros al que se accede cómodamente en un tren cremallera impresionante..... para los ricos. Mi presupuesto no me permitía esos excesos. Creo que sólo suben japoneses, por el módico precio de 180 euros ida y vuelta por persona. Todo un lujo fuera de mi alcance. Con ese dinero pagamos el alojamiento de una semana.... eso sí, me quedé con las ganas. Esta es la distancia más próxima que vamos a estar del glaciar. Al acercarnos tanto se pierde la perspectiva, pero para que te hagas una idea, esa franja de piedras en el centro es una de las dos morrenas centrales, y su anchura es aproximadamente como una autopista de cuatro carriles. Ahora imagina que quieres darte un paseo sobre el hielo, entre esas enormes grietas..... Debemos continuar el camino y decir adiós a la cabecera del glaciar Aletsch. Por delante nos quedan unos siete kilómetros caminando junto a este maravilloso río helado, descendiendo por un valle en V camino del Ródano. Mañana acabaré la jornada de senderismo más fantástica que nunca tuve el placer de disfrutar junto a mi mujer. Inolvidable.
1 Comentario
Para visitar lugares concurridos, hay un "truco" que siempre funciona: MADRUGAR. Ya sé que estás de vacaciones, pero llegar pronto te permite disfrutar de la "atracción" casi casi en solitario. Puedes hacer fotos, ver los detalles, escuchar, oler, sentir. La experiencia merece el esfuerzo. Por ejemplo las cataratas del Rhin en Schaffhausen, Suiza. Cinco de la mañana. Tras cinco días en Suiza, las fuerzas están ya muy mermadas. Ha sido una semana intensa, con largas jornadas y pocas horas de descanso, pero la oportunidad de vivir un sueño nos proporciona la energía necesaria para continuar un día más. Nos esperan doscientos kilómetros atravesando el país helvético desde el Oberland Bernés hasta el noreste, por encima de Zurich, en la frontera con Alemania. Nuestro destino es un accidente geográfico excepcional; el caudaloso río Rin, por caprichos de la madre naturaleza, debe salvar a su paso por Schaffhausen camino de Alemania un escalón de roca con una altura de veintitrés (23) metros. Con un cauce de cientocincuenta (150) metros de orilla a orilla y un caudal medio en verano de seiscientos (600) metros cúbicos por segundo, uno de los ríos más importantes del continente europeo, con el permiso del Volga y el Danubio, nos atrae irresistiblemente y no hemos podido eliminarlo del itinerario a pesar de encontrarse lejos de nuestro alojamiento. Llegamos alrededor de las ocho de la mañana. Una densa niebla envuelve todo el lugar. Aparcamos junto al castillo de Laufen (Schloss Laufen) y nos encontramos completamente solos en un vacío aparcamiento. La temporada turística ha finalizado y además aún falta una hora para que abran las taquillas del castillo. Se oye a lo lejos un ligero murmullo de agua que nos anuncia la proximidad de la cascada, aunque no podemos ver nada. Tomamos una senda que se dirige hacia el río, y en pocos minutos nos encontramos ante un puente del ferrocarril, con dos pasarelas, que atraviesan el Rin, Ahora el murmullo se ha tornado estruendo, y, aunque apenas somos capaces de distinguir el agua bajo nuestros pies, podemos apreciar el abundante caudal y la elevada velocidad del agua que se desliza corriente abajo. Una vez cruzado el puente comenzamos a avanzar río abajo por la otra orilla, y en uno de los miradores conseguimos ver los primeros saltos de agua entre la niebla y la vegetación. Maldigo nuestra suerte por la inoportuna niebla que nos impide disfrutar del espectáculo. Llegamos a la zona inferior de las cascadas, donde el río recupera su curso normal una vez superado el escollo, y de repente entre el blanco algodón que nos envuelve distinguimos un barco que avanza a gran velocidad río arriba, a contracorriente, hasta alcanzar las dos rocas que aguantan el empuje del agua en mitad del cauce, como dos torres. Los pasajeros de la barcaza toman tierra en el islote y el barco desaparece nuevamente entre la niebla. Parece que hoy no va a ser un día afortunado fotográficamente. El tiempo avanza y el sol sigue sin aparecer. Cruzamos de nuevo el puente del ferrocarril y llegamos a la entrada del Schloss Laufen. La puerta está abierta y no se ve a ningún empleado, así que decidimos entrar en el patio e investigar. Al llegar al otro extremo del patio una pequeña puerta con un cartel que reza "cascadas del Rin" presenta un torno desactivado. Es nuestra ocasión. Bajamos con paso firme y tras unas escaleras llegamos a un balcón desde el que se debe tener una estupenda vista panorámica de las cascadas. La impenetrable niebla nos niega esa vista. Aun así, el ensordecedor estruendo del agua golpeando las rocas, la niebla que lo envuelve todo y le confiere a la escena ese ambiente mágico, emocionante, la sensación de que en cualquier momento va a aparecer a nuestras espaldas un guarda suizo reclamándonos el pago de la entrada, las finas gotas de agua que van depositándose sobre el rostro, una mezcla de la niebla y el agua pulverizada que el Rin arroja tras caer por esos enormes escalones, la soledad del lugar, la sensación de estar viendo algo único, una maravilla natural, la descomunal fuerza de los elementos, todo ello nos sobrecoge, y olvido por completo la cámara de fotos. Un poco más abajo se divisa un pequeño túnel excavado en la roca, me lanzo a él sin dudarlo, y al otro lado me encuentro de repente frente a un muro de aguas revueltas que cae frente a mi a no más de tres metros de distancia, con una caída de unos quince metros. Casi lo puedo tocar, noto el agua en el rostro, el ruido no sólo atruena mis oídos, sino que hace vibrar mi pecho, sigo sin ver el cielo sobre mi, pero el corazón late con fuerza y me quedo hipnotizado por esa cortina de agua que abarca todo mi campo de visión. Tras recobrar el aliento, y correr a buscar a mi mujer que no se había atrevido a penetrar en el túnel, acierto a disparar unas fotos, con la seguridad de que la niebla iba a arruinar la toma, y el riesgo de mojar la cámara. Seguimos bajando, y llegamos a un balcón que recibe a la cascada varios metros más abajo, unos cinco metros por encima del nivel del río una vez superado el salto. Seguimos solos, estamos empapados hasta los huesos, pero ha sido un momento realmente emocionante que recordaré siempre. Si hubiera tenido un cielo azul y una luz maravillosa, estoy seguro de que la experiencia no hubiera sido tan gratificante, hubiera perdido su magia. A pesar de no contar con unas buenas capturas, para un amante de las cascadas como yo creo que he disfrutado de una experiencia inmejorable en un fantástico lugar. En mi memoria quedan las "postales" que no hice, la adrenalina que liberé en aquellos miradores, el recuerdo del agua resbalando por mi frente, el estruendo, la soledad en compañía de mi mujer, y la niebla, la bendita y mágica niebla. Gracias por haberme proporcionado una visita diferente de un lugar tan turístico. Pero que no te vuelva a encontrar en mis vacaciones....... |
Viajando sin guíasUn blog para viajeros alérgicos a las colas y los souvenirs. Si te gusta viajar barato y conocer a fondo las ciudades, este es tu blog. Pedro FerrerViajero, fotógrafo, senderista, buceador y aficionado a la cerveza. Categorías
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Marzo 2020
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