Cascadas de Ourika
Dejamos en Setti Fatma a nuestro chófer Najim, y nos disponemos a trepar río arriba, camino de las cascadas de Ourika, en el corazón del alto Atlas. En el pueblo nos asaltan multitud de buscavidas ofreciéndose como guías. Les ignoramos, tenemos la ruta en el teléfono. Uno de ellos nos dice que eso está mal, que él tiene que dar de comer a su familia, y con la tecnología le estamos dejando sin trabajo. Y tiene parte de razón, pero cuando voy a la montaña, sea en casa, en los alpes o en cualquier otro sitio, me gusta caminar solo, a mi aire. Viajando sin guías. Y el Atlas no iba a ser una excepción. Al alejarnos del pueblo por un estrecho sendero, uno de los guías nos sigue durante un buen rato, indicándonos con gestos por dónde se supone que debemos ir. Viendo que no le seguimos acaba rindiéndose. El camino es empinado, pero a los lados del sendero encontramos todo tipo de venta ambulante. Comida, baratijas, ropa, hasta un simpático cantero trabajando el alabastro con el que charlamos un rato mientras hacemos un descanso en la subida. Observamos durante un rato al artesano, que con primitivas herramientas va moldeando la frágil piedra para convertirla en suaves figuras decorativas. Las geodas que expone me arrancan una sonrisa. Claramente se les ha ido la mano con el colorante, y recuerdo que hace tiempo mi padre "picó" con uno de estos cazaturistas y le largó una supuesta geoda color turquesa que pasó a blanca en cuanto le cayeron cuatro gotas de agua encima. Seguimos río arriba. Literalmente tenemos que atravesar esas improvisadas tiendas para continuar por el sendero. No hace calor, pero imagino cómo tienen que sufrir los turistas que se aventuran a esta visita en pleno verano. Las tiendas desaparecen, pero ahora es el turno de los refrescos. Con originales mostradores improvisados a las orillas del río, los buscavidas crean divertidos juegos acuáticos con chorros de agua que hacen girar molinillos, mueven péndulos y refrescan las bebidas azucaradas para saciar la sed del turista. Nosotros continuamos río arriba, y ya comenzamos a ver los primeros saltos de agua. Uno de los guías nos grita desde lejos: por ahí no señor, por ahí no, peligroso. Es por aquí. Yo consulto mi gps y le digo a mi compañero; tira, no hagas caso. Al doblar una gran roca, nos encontramos con un salto de varias decenas de metros. Espectacular. Hemos comprobado que los guías intentan confundir a los turistas que rechazan su amable ayuda. Una lástima chicos, otra vez será. LLegamos a un punto en el que nos enfrentamos a un reto. Ya había leído sobre el tema, así que no tuve ninguna duda. Ante nosotros, un húmedo y resbaladizo talud rocoso es el siguiente obstáculo. A su lado, un anciano bereber porta una escalera y nos mira en silencio, con sonrisa picarona. Al primer vistazo ya lo tengo claro. No voy a poder subir por ahí. ¿Cuanto, cuanto??. 10 dirhams, Tenga usted buen señor. El más listo de Marruecos. Calculamos lo que se puede sacar el buen señor en un día de verano, con cientos de turistas..... Nos coloca la escalera, sube él primero y nos tiende la mano para ayudarnos a salvar ese desnivel de unos 4 metros. Ya estamos arriba. No vamos a volver por ese camino, por suerte (bajar parecía más complicado que subir). Seguimos contemplando las cascadas de Ourika, cada una más alta que la anterior. Hasta que la hora nos dice que no podemos seguir subiendo. Hay que regresar. No llegamos a lo más alto de la ruta, pero nos llevamos un buen recuerdo. El descenso es mucho más rápido. Contemplamos el paisaje caminando a buen ritmo por una senda pedregosa, hasta salir de la estrecha garganta que forma el río Ourika y alcanzar una colina de pendiente más suave sobre el pueblo de Setti Fatma. De repente oímos un ruido entre los árboles. Me vienen a la memoria las serpientes que hemos visto en la plaza de Jemáa El Fna (por ahí andan, seguro). En este caso son algo menos inquietantes: una familia de monos, como los que hemos visto también en la plaza como reclamo de turistas, saltan entre las ramas frente a nosotros ,a escasos metros del sendero. No parecen peligrosos, y al avanzar desaparecen entre ruidosos gritos. Hasta ahora sólo vi primates en el zoo, y verlos en libertad es una bonita experiencia.. El camino parece alejarse del pueblo, así que decidimos abandonar el sendero y seguir descendiendo perpendiculares al río, que alcanzamos sin problemas. Lo cruzamos hasta la carretera en la otra orilla, y caminamos por ella río arriba atravesando el pueblo hasta el restaurante donde nos espera Najim. Han sido cuatro horas de senderismo en el Atlas, con un paisaje fantástico. Es hora de comer un abundante almuerzo con ensalada, tallín de pollo, unas albóndigas de carne, agua fresca, postres y el inevitable te con menta. El sol ya se oculta tras las cumbres nevadas, es hora de regresar al bullicio de Marrakech. Una jornada inolvidable.
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Viajando sin guíasUn blog para viajeros alérgicos a las colas y los souvenirs. Si te gusta viajar barato y conocer a fondo las ciudades, este es tu blog. Pedro FerrerViajero, fotógrafo, senderista, buceador y aficionado a la cerveza. Categorías
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Marzo 2020
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