Ya hemos comido el bocata. Vamos a explorar este precioso valle. Qué os parece subir hasta la cresta para ver las vistas hacia el otro lado, caminar por ese sendero hacia las agujas del Puez Odle, bajar a ver aquel pedrusco que parece un menhir gigante, volver por ese laguito junto al refugio y vuelta hasta el refugio del teleférico para bajar. Estupendo, buen plan. Qué bonito!!, mira que vistas!!. Nos hacemos un selfie aquí??. Venga, vamos a seguir un poco mas. Oye, está mas lejos de lo que parecía eh?. Yo creo que no nos va a dar tiempo a ver el menhir. Habrá que acortar el plan. Son las tres y media. El último teleférico baja a las cinco y media. Podemos bajar al lago, hacer unas fotucas y subir. Calculo unos 15 minutos en bajar. Tenemos que volver como muy tarde antes de las cuatro y cuarto. Estas cábalas las hago con mi amigo Pastor. Bego ha decidido (muy acertadamente) quedarse en el prado a tomar el sol y disfrutar del paisaje. Ana, Carmen y Julio vienen un poco más atrás. Después de mi frustrada visita al lago Límides, estoy obcecado con bajar a esa pequeña charca y hacer una foto con la montaña reflejada. Bajo literalmente corriendo cuesta abajo, sin parar, paso por delante del refugio Troier y sigo bajando. A pocos metros del lago me detengo y miro atrás. No me sigue nadie. Bajo hasta el agua, y los reflejos no son como esperaba. Tiro un par de fotucas mirando de reojo el reloj. Tengo que marchar. En ese momento llega Julio. Los demás han decidido que no les daba tiempo y han comenzado a regresar. Julio viene a rescatarme, y menos mal. El está como un toro, pero yo tengo sobrepeso y las rodillas tocadas. Toca volver. Ahora todo es cuesta arriba con una empinada pendiente. El refugio Seceda está a la vista, pero se imagina demasiado lejos. Apenas llevo cincuenta metros y tengo que detenerme en el refugio Troier a coger aire. Comienza mi "viacrucis". El sol casca de lo lindo, en plena cara. Sudando y con la respiración acelerada llegamos a un cartel indicativo. Qué majos estos italianos. Como los suizos, nos indican el tiempo al refugio: 45 minutos. Apretamos el paso. La pendiente no parecía tanta cuando bajaba corriendo. Llegamos a otro cartel: al refugio: cuarenta y cinco minutos!!!!!. Serán cabrones!!!, eso mismo decía ahí abajo, hace quince minutos. Ya son las cinco menos veinte, y tengo que pararme de nuevo, me falta el aire. Julio me espera y da ánimos (aunque también aprovecha para hacerme fotos y echarse unas risas.....). Continuamos. No hago mas que mirar el reloj. Menos diez. Tendré el reloj en hora?. El último teleférico era a las cinco o cinco y media?. Y si tiramos a derecho en lugar de seguir el sendero?. No tenemos agua. Joder que sol hace. Por qué demonios tuviste que bajar a ese puto charco. No pares, no pares, un poquito más.
Cinco de la tarde. Una cerveza grande por favoooorrrrrr. He llegado. Exhausto. A tiempo. Aún tenemos veinte minutos para tomar una cañita tranquila y recuperarme. Los demás ya llevan una ronda y me miran con cara de: "si es que......" Mañana te enseño las fotos del puto lago.
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Los refugios. No voy a contarte cada refugio que visitamos en los dolomitas con tanto detalle, pero este primero de Lagazuoi me sirve para ilustrar una de las singularidades que hacen de estas montañas tan especiales y agradables. En cada valle, en cada cumbre, promontorio, elevación, mires donde mires, siempre encuentras dos cosas: un medio mecánico de elevación (teleférico, telesilla, funicular) y un refugio de montaña.
La situación de estos refugios es privilegiada. Con unas vistas para quitar el hipo, colgados sobre paredes verticales de roca, estos refugios ofrecen allí arriba algo que siempre agradece uno en la montaña. Si el día está frío y lluvioso, una taza de café caliente y un apfelstrudel para entrar en calor junto a la chimenea de leña, observando el azote de la tormenta a través de los cristales. Y si el día es luminoso y cálido, una buena cerveza de barril en la terraza con las mejores vistas del mundo. La mayoría también ofrecen alojamiento (mas bien tosco, de montañero, sin remilgos) pero para un uso de senderista es un auténtico lujo disfrutar de estos refugios en esas alturas, a mitad de la ruta. Las cervezas pueden parecer un poco caras (unos 5 euros el medio litro); pero teniendo en cuenta que la tienen que subir allí arriba, y con lo que se disfruta un buen trago con ese panorama..... merece la pena. |
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